José Pendiente Vázquez es profesor de Informática en el IES A Pinguela de Monforte. Nació en Igualada a principios de los años 80, pero a los ocho años llegó a la Ribeira Sacra y lo hizo para quedarse. Desde el año 2007 imparte clase en el ciclo medio de Sistemas Microinformáticos y Redes en el instituto monfortino. Y no es un profesor más: es el tercer mejor docente de Formación Profesional en España.
Sus alumnos presentaron su nombre al congreso Mundo Educa, algo así como los 'Goyas' de la Educación, y de ahí vino todo rodado. El reciente reconocimiento avala su peculiar y rompedor sistema de educación, que trasciende a menudo de los muros del centro educativo y que gusta a alumnos, compañeros y familias.
Hablamos con José Pinto de este reconocimiento, que ayer mismo 'recibía' en una ceremonia virtual.
Que se siente al ser reconocido como el tercer mejor profesor de FP de España?
Muchísima alegría ya que es un reconocimiento totalmente inesperado para mí. Es cierto que realizo actividades innovadoras en el aula, intento motivar a los alumnos con mil y un proyectos, pero sinceramente me siento uno más de tantos profesores que disfrutamos enseñando y que intentamos que nuestro alumnado comparta esas ganas de aprender.
Y como lo recibieron sus alumnos al saber que es uno de los mejores docentes del país?
Me felicitaron todos y estoy seguro de que sintieron el reconocimiento como suyo. De todas formas, intento tocar este tema lo menos posible en las clases. No me gusta mucho hablar de premios o logros personales, soy más de logros colectivos. De hecho, considero que este reconocimiento no solo valora a un profesor sino a un estilo de docencia y, sin duda, ese estilo sería imposible sin la implicación del alumnado, del profesorado y de las familias.
Las propuestas a los premios de Mundo Educa las hace precisamente el alumnado. Como se enteró de que su nombre había sido propuesto para los galardones?
Me enteré en verano, estando de vacaciones, y la verdad es que no hice mucho caso. Conocía el certamen pero nunca pensé llegar a ser finalista. Envié los méritos y la documentación que se me pidió en aquel momento, por respeto a quienes me propusieron, pero no me imaginaba el resultado final. También es cierto que no me considero mejor que nadie por quedar tercero. Para la resolución final pasamos un baremo objetivo, pero resulta difícil medir quién es mejor o peor profesor. Lo que está claro es que si los alumnos con los que estuviste trabajando durante dos años te consideran buen profesional, ese es realmente el premio.
Con su alumnado realiza proyectos innovadores, como fue el de elaborar su propia máquina de Arcade (un proyecto que además ganó el certamen Microempresas Lugo 2019/2020)?
Llevo desde el año 2006 dando clases, y desde entonces intento realizar proyectos innovadores que puedan motivar al alumnado. En muchos proyectos no es que haga yo las cosas, sino que lanzo la idea en el aula y ayudo a llevarla adelante, pero en realidad los resultados son obra de los alumnos. Un ejemplo de esto es un vídeo de denuncia sobre las letras machistas que hay en las canciones que escucha nuestra juventud. Hay veces que simplemente les hago pensar, me encanta entrar de lleno en la polémica para ver que opinan ellos. El 8 de marzo del año pasado, coincidiendo con el Día internacional de la Mujer Trabajadora, les puse un examen donde detallaba las diferentes puntuaciones que tendría cada apartado, variando si era un alumno o una alumna. En realidad, esa distinción era falsa, pero generó mucho debate en el aula y eso es lo importante: que el alumno piense, comente y dialogue.
En este último curso hicimos varios proyectos, uno de ellos fue el de 'crear' una empresa dedicada a montar, personalizar y vender máquinas Arcade, que fue una alegría para todos, y que además se culminó con ese premio. Justo ese proyecto lo finalizamos la fatídica semana de 12 de marzo de 2020.
Precisamente en el inicio de la pandemia, usted colaboró elaborando pantallas protectoras. Como surgió la idea?
El año pasado estuvimos con un taller de diseño e impresión 3D en el instituto, lo que nos permitió comprar mucho filamento para el taller. Justo estábamos diseñando e imprimir piezas cuando nos confinaron, así que decidimos transformarlo en un proyecto solidario y, sin duda, es del que más orgulloso me siento desde que estoy en la docencia. Mediante el canal que tenía con los chicos por Telegram nos propusimos echar una mano en el poco que podíamos hacer. Ellos intentaban encontrar modelos para imprimir y conectarse a los grupos que estaban surgiendo en el movimiento de impresión de viseras, y yo me encargaba de la impresora. La llevé para mi garaje y nos pusimos manos a la obra. Las primeras unidades las doné a una vecina que trabajaba en una farmacia, para que me dijera si eran realmente útiles o eran demasiado aparatosas. Acabó encantada, y, pese a no estar homologadas, decidimos donarlas publicitándolas en el facebook del instituto. En menos de una hora, las peticiones por parte de distintos colectivos de Galicia nos sobrepasaron y por eso decidimos priorizar las donaciones a personal sanitario, de residencias de mayores y de fuerzas de seguridad. Y a poder ser, de la zona próxima. Mas tarde el Concello de Monforte se puso en contacto conmigo y me ofreció la impresora del ayuntamiento para poder imprimir más, por lo que pusimos las dos a funcionar a la vez, generando más de 20 viseras al día. Hicimos 768 viseras impresas en poco más de un mes. A principios de mayo paramos porque ya llegaban las protecciones oficiales y parecía que aquella primera ola de la pandemia estaba disminuyendo.
Son tiempos complicados, marcados por esta pandemia, obliga esto al profesorado a agudizar el ingenio?
En muchas profesiones hubo que reinventarse y la docencia claro está que fue una de ellas. En septiembre quizás empezamos con más miedo y más encorsetados, ahora parece que vamos uno poco más libres, pero claro está que gran parte de la docencia como se conocía, no existe. A mí me gusta que los alumnos se levanten de las sillas, que se muevan por la clase, que colaboren, que pregunten y que ayuden a los compañeros. Todo eso ahora, por el tema de las distancias, no es posible. También resulta complicado proyectar la voz en toda el aula, dado que la mascarilla obliga a elevar más el volumen y además cansada mucho más hablar con ella puesta. Pero como hay que ver el vaso medio lleno, una de las cosas que aprendimos en estos meses es a apreciar la sonrisa en los ojos.
Cual cree que es la clave para ser un buen profesor?
Creo que es una mezcla de varias cosas. La relación con el alumnado es, sin duda, esencial, sin que se pierda nunca un respeto. Además tienen que sentirse partícipes, sentir que ellos son importantes, porque realmente es así. El profesor no deja de ser un director de orquesta que marca las pautas, pero sin los músicos, sin la implicación del alumnado, no hacemos nada. De hecho, me gusta que sean ellos los verdaderos protagonistas de los éxitos que conseguimos en el aula. Hay veces que simplemente con darles la enhorabuena consigues que al día siguiente trabajen y se esfuercen para superar el día anterior. Y si sus actividades salen de los muros del centro y los reconocimientos les llegan desde fuera, ya resulta espectacular.
Yo intento empatizar con mis alumnos y pensar en todo momento como me gustaría que me diesen a mí las clases. Es importante no caer en la monotonía e intentar que cada día, cada sesión, sea distinta a la anterior. Por lo tanto, si tuviese que resumir la clave del buen profesor en cuatro palabras, diría: empatía, participación, reconocimiento y motivación.
Siempre quiso ser profesor?
Creo que si les preguntamos a muchos niños o niñas pequeños lo que quieren ser de mayores, las respuestas más recurridas serían futbolista, bailarines o maestros. En mi época no había youtubers (ríe). Yo lo que tenía claro y que me encantaba enredar con miles de cosas, y la verdad es que desde siempre me encanta también transmitir lo poco que puedo saber. No sé justo el momento en el que encontré la vocación, pero sí que recuerdo que desde siempre, aunque no me gusta ser el centro de atención de una conversación, disfruto cuando alguien espera algo de mí, que me quiere escuchar y que yo tengo que explicarle algo.