Descubriendo el patrimonio: el Monasterio de Santo Estevo de Ribas de Sil
En el corazón de la Ribeira Sacra, entre bosques y viñedos que descienden hacia el río Sil, se encuentra el Monasterio de Santo Estevo de Ribas de Sil, una de las joyas más importantes del patrimonio histórico y artístico de Galicia. Este monasterio, convertido en Parador Nacional, combina historia, arquitectura y leyendas que lo convierten en un destino fascinante para quienes lo visitan.
Sus orígenes se remontan a los siglos VI o VII, cuando en la zona comenzó a florecer la vida eremítica. Sin embargo, fue en el siglo X cuando se consolidó como un importante centro monástico bajo la orden benedictina. A lo largo de los siglos, Santo Estevo adquirió gran relevancia, convirtiéndose en un lugar clave de la Ribeira Sacra, una región conocida por su concentración de monasterios y su riqueza cultural y religiosa.
La arquitectura de Santo Estevo refleja las distintas etapas de su historia. El conjunto destaca por sus tres claustros: el Claustro de los Obispos, de estilo renacentista, el Claustro del Medio, de transición entre el románico y el gótico, y el Claustro de los Aljibes, de estilo románico. Su iglesia, de estilo románico, conserva elementos góticos añadidos posteriormente, mostrando la evolución artística del monasterio a lo largo de los siglos.
Tras su abandono, fue restaurado a finales del siglo XX y hoy en día, el monasterio ha sido transformado en un Parador de Turismo, ofreciendo a los visitantes una experiencia única de alojamiento en un edificio cargado de historia y rodeado de naturaleza.
El monasterio se ha convertido, además, en uno de los principales atractivos turísticos de la Ribeira Sacra, y en 1985 fue declarado Bien de Interés Cultural.
La leyenda que se convirtió en realidad
El Monasterio de Santo Estevo está ligado a una misteriosa tradición que refuerza su carácter legendario. Según la historia, en este lugar reposaron los restos de nueve obispos procedentes de distintas diócesis gallegas que, tras renunciar a sus cargos, buscaron paz y retiro en el monasterio. Cada uno de estos obispos, al fallecer, dejó su anillo episcopal, símbolos de su rango y autoridad, como ofrenda al monasterio.
La leyenda sostenía que estos anillos eran depositados en una cavidad especial, situada en el Claustro de los Obispos. Precisamente, en ella se basó la escritora María Oruña en su novela ‘El bosque de los cuatro vientos’. Pero lo que parecía un mito se acabó convirtiendo en realidad cuando, en el año 2020, se hallaron cuatro de los nueve “anillos milenarios” escondidos en las arcas de los relicarios laterales de la iglesia y que son los únicos que se conservan.